jueves, 2 de mayo de 2013

Los títulos quizá sí importan

- ¿A dónde vamos?
- A nuestro propio mundo

Durante el camino hablaron de cosas que habían hecho durante todas sus múltiples ausencias, los avances en sus respectivas vidas y todas las sonrisas y tristezas, también un poco del desprecio que sentía ella por el repentino adiós de él, le pidió perdón por muchas cosas que aún no le había confesado y por todo el tiempo en el que se había alejado.

- Vi una imagen 
- ¿Cuál?
- Una que decía que era triste saludar a alguien en la mejilla cuando le habías besado en los labios o algo así
- Ya sé cual
- Eso nos pasó
- Sí, llegamos al punto de ser unos completos desconocidos

La cautela seguía siendo presa del espacio, ambos hacían las cosas cuidando que el otro no se molestara por las muestras de afecto o por la falta de explicación en cierto punto o por esto o por lo otro, se preocupaban por las sonrisas y por los temores de ambos que salían a flote, pero ambos sabían que el amor aún era palpable entre ambos

- Me gustaste mucho, o sea, ahora te quiero, pero quiero decir...
- Nada, no quieres decir nada - un poco de drama era mejor que nada, al parecer
- Sí, que te quiero mucho, eso es lo mejor de todo ¿no?

Siguieron caminando y cuando ambos habían renunciado a proseguir por una plática decente, se despidieron pero sin saber cómo una banca apareció en su camino y decidieron sentarse para el adiós que se volvió eterno.

Esa tarde se congeló en el momento preciso para ambos, habían cosas que de toda la vida se habían ocultado para si mismos. Habían silencios que se habían hecho nudos en la garganta y que no les permitían proseguir con las explicaciones sin más... hubo momentos donde los silencios incómodos que se vuelven besos existían y alguno de los dos se daba cuenta rápido para que deshiciera el momento y prosiguieran con tantas cosas que se debían decir.

- Te quiero mucho
- Yo también

Hablaron sobre todas las letras en las que se permitieron estar una y otra vez, también hablaron sobre todas esas veces en las que sin motivo de tener un destinatario escribían algo imaginándose una situación o un momento. Como ambos escribían, ambos sabían que había veces en las que no tenían un que escribir para alguien en específico y que continuaban por la vida hablando de amor y cosas cursis, pero que en si las letras no eran para nadie y a la vez eran para todos, eso es lo mejor de haberse entendido toda la vida, aunque en el fondo ambos sabían que eran el principio de todas las letras.

- Me gusta que tu frente sea ancha, puedo llenarla de besos

Ella lo miró extrañada y sonrió, jamás había recibido un halago tan extraño como aquél

- Y tu cabello sin duda es el más salvaje que conozco
- Eres un tonto

Él la abrazó a como pudo en la banca y sin saber cómo y por qué ella empezó a llorar y cada lágrima representaba cada uno de los momentos que no pudo estar a su lado

- Mírame- Le secó una de las lágrimas que estaban a punto de caer - Mientras yo esté a tu lado no dejaré que tus lágrimas caigan al suelo porque yo las detendré
- Lo malo es que no pudiste detener las que cayeron mientras no estuviste, ehhh. 

Continuaron así, abrazados, paralizando al mundo y encerrándose en antiguos recuerdos que los hacían sonreír y ser felices aún cuando eso quizá no durara para toda la vida, se levantaron dispuestos a decir adiós y aún así se prometían con sonrisas que solo sería un "Hasta luego"

- Ojalá nunca pudiera soltarme 
- Ojalá no dejaras de abrazarme

Ambos deseaban detener al mundo durante toda la vida, querían conservar sus recuerdos y su amor pero sabían que un amor tan extraño como el suyo, sin títulos, podría dejar de existir en cualquier momento. 


Los títulos no importan o quizá sí

Sabía que todo sería diferente a partir de ese día y ni siquiera tenía una razón para pensar en ello.

Se levantó y se dirigió a la cafetera, estaba vacía. Introdujo una taza con agua en el microondas y se preparó café instantáneo, era mejor que ni una gota de cafeína.

Se sentó en el sofá y su mamá le anunció que tenía que dirigirse hacía cierto local donde encontraría un sobre de instrucciones para ella y para así poder recoger un material en la plaza, se dio un baño y salió con sus audífonos decidida a regresar rápidamente a su casa, sin saber todo lo que le esperaba.

No desayunó nada y recordó eso hasta que había viajado por más de veinte minutos, esperaba que el café matutino le aguantara un poco para su larga mañana. Hizo los mandados correspondientes y se sentó en una mesa a disfrutar de una rica crepa de Nutella en unos de sus cafés favoritos, agradecía porque por fin habían abierto el lugar después de su larga restauración, mientras lo hacía divisó una silueta que le recordaba mucho a su gran amor, pero eso era totalmente imposible.

Se concentró en seguir comiendo su deliciosa crepa y probar el café amargo que tenía a su lado, calientito y con un vapor que se le concentró en los lentes que llevaba esa mañana, así que decidió guardarlos y seguir leyendo un poco aquél libro que llevaba en su bolso y otra vez lo vio

- ¿Ya no llevas lentes?
- ¿Qué haces aquí?
- No deberías contestar una pregunta con otro

La sonrisa que puso era para notarse en muchos kilómetros a la redonda, no podía ocultar que aún le amaba y no podía ocultar que deseaba que se sentara a su lado a compartir historias de todos esos meses  que llevaban sin verse.

- Puedo sentarme
- Por supuesto
- He leído tus historias, me gustó mucho una donde...
- No pienses que en esa historia hablo de nosotros ¿Eh?
- Ah, perdón. Pensé que sí.

Sonrió de nuevo y supo que él había deseado estar con ella desde hacía muchas mañanas. Continuaron hablando con la cautela de quien no conoce si lo que pisa es un suelo firme o una arena movediza y así siguieron hasta que él decidió pagar la cuenta del café y llevarla a conquistar el mundo como en días anteriores cuando ni la distancia ni el tiempo eran un impedimento para su coqueto amor...

- Aún te quiero
- Ya no deberíamos vernos ¿Sabes?
- ¿Lo dices en serio? Mira cuánto tiempo ha pasado y sigo sintiendo lo mismo que hace algunos meses...

Suspiró. Él también.

- No sé qué voy a hacer contigo.
- Ni yo. Pero lo más importante, no sé qué hacer con este amor.

Cuando tomó su mano ella supo que no quería volver a caminar de la mano con nadie más, se moría por estar en sus brazos y por vivir con él toda la vida, lo había sabido siempre pero había suprimido la idea por el hecho de que habían cosas que no les permitían estar juntos.

- Llévame contigo
- Vamos


(Continuará...)