lunes, 6 de agosto de 2012

Espero que no


¿Cómo había empezado esto? No lo recordaba, necesitaba recostarse en un sillón y cavar en sus recuerdos para saber cómo había sido. Se le veía pensativo, irónico y triste, como todo un caballero de nuestra época: Sin memoria. Su mirada se dirigía hacía el horizonte y no sabía cómo empezaría a narrar su historia.

Le caía mal, lo recordaba. Le parecía un ser demasiado chocante para su gusto, pero coincidían en algo: Amigos en común. Se llevaban un año de diferencia en la universidad, y sin pensarlo una amistad fue creciendo entre ellos, había un joven que vivía acosando a esa chica, y acordaron entre ellos fingir que eran novios, estando solo en ese plan cuando el joven estuviera presente. Pero tarde o temprano eso traspasaría barreras, no sería necesario fingir nada.

16 de Septiembre, había puente y habían ido a recorrer una pequeña población barroca, le pidió que fuera su novia sin más y no le permitía pensarlo más de lo debido, y así fue como inició realmente todo.

Eran tan diferentes: Ella, tan realista, hacía mucho relajo, hablaba mucho, caía mal a medio mundo. Él: Tímido ante todos, amable, y simplemente nadie concebía que eso hubiese nacido, pocos lo aprobaban. Cuando los amigos de ambos, se enteraron que salían, todos tenían miedo de que pudiese hacerle daño a él, a este joven que probablemente fuera más cruel de lo que todos pensaban.

Pero el tiempo fue pasando y escribiendo sin más una historia que duraría un año, dos meses y 27 días. Era de esperarse, o eso creía. Al momento de estar juntos, pese a ser el tímido antes todos, los roles cambiaban cuando estaban a solas: él era el quién externaba lo que sentía. Llego al punto de sentirse frustrado, porque no podía hacerle hablar de que era lo que ella sentía. Al recordar eso, sus ojos mitigan un destello, puede que sea rabia, o amor puro, le dolía recordar que era él quién daba más en esa relación. Se sienta y sin más, rompe en llanto.


Recuerda claramente como pasaron el 14 de Febrero cuando eran novios, para ella fue algo casual, un día cualquiera, él quería sorprenderla y compró algunas cuántas cosas para regalarle
-       Y esto ¿A qué se debe?

¿Acaso no recordaba que era 14 de Febrero? Vaya, eso sí le molestaba, sabía cuando hacía algo adrede y también sabía que quizá no debería reaccionar mal y sin más le soltó:
-       Es que es quincena y quería gastar mi dinero, ya sabes.

Las cosas fueron tornándose difíciles, ella al parecer no quería verle, inventaba cualquier pretexto para no salir; decía que iba a hacer algo y hacía otra cosa, le pedía ayuda a sus amigas para que le dijeran a él que no se encontraba. Y él, ya no sabía qué pasaría.

Antes de cumplir el año, el enfermó, dicha enfermedad lo llevo a estar internado un par de días en el hospital, después de una urgente operación. Sus amigos iban a visitarle, su mamá estaba ahí todo el día y su novia, simplemente se divertía sin él. No podía recibir visitas por su delicado estado de salud, pero el día en el cuál él pudo ver a sus familiares y amigos, ella llegó con una actitud chocante y se presentó ante él, enojada, diciéndole que se le hacía injusto que todos hubiesen pasado antes que ella, y le externó que no quería estar allí. Es otra cosa que también le duele recordar, algunas lágrimas quieren nacer de sus ojos, gritan libertad, pero no, aún no
cede.

Se sienta pensativo, rebuscando entre sus recuerdos y continúa: No podía ir a verla, era obvio, estaba en reposo, y ella prometía muchas veces ir a verle por las noches, pero nunca llegó. El día que lo hizo, llegó extraña, le dijo que él se merecía alguien mejor, era el día de su aniversario y llegó con un barco que tenía fotos de ambos y un letrero de “¡Feliz aniversario!”, él pidió que compraran unas rosas para ella y un peluche y se los entregó, junto con otro pedacito de su corazón. Ya no sabía si se lo había dado todo, quién sabe.

Pasó un mes, y pudo ir de nuevo a la universidad. Las cosas habían tomado forma, aparentemente. Pero apareció alguien en la vida de él, una joven que simplemente se le ofrecía, con descaro. Él empezó a dejar de tener detalles con su novia, y al parecer ésta no lo notaba.

En la universidad donde ambos estudiaban, celebraban un cena de gala a fin de curso, donde hacían nominaciones para varias categorías, ellos quedaron en la categoría de “La pareja del año”, él no sabía si eso era una broma del destino o un capricho de la vida, pero con una sonrisa hipócrita subió, sin pensarlo, a recibir dicho premio. Intercambió una sonrisa de descaro con aquella joven que se le ofrecía, y por fin volteó a verla a ella, se veía hermosa y en esa noche ambos habían estado inmiscuido en sus asuntos, los rizos de aquella chica le cautivaban, sus ojos y sus palabras.

-       Un aplauso para estos jóvenes: Son la pareja del año ¿Qué se siente haber ganado esto?

¿Habían ganado? No lo podía creer, se destruía por dentro al saber que quizá ese premio no lo merecían, porque sabía que todo aquello se estaba desmoronando sin que pudiesen hacer nada. Le asaltan los recuerdos y la ve a ella, ante el micrófono agradeciendo por el premio y diciéndole a todos cuán detallista es él con ella, y también presumiéndoles a todos cuánto él la quiere, también ve cómo no puede proseguir con dicho discurso, porque un nudo en la garganta y unas cuántas lágrimas la asaltan, y eso le duele a él.

Aquella misma noche en que había ganado el premio, ella confesó que no podría estar el día de su graduación, le había prometido que estaría con él. Y ya no sabía si sorprenderse, porque no era la única vez en que ella rompía una promesa, y con ello también rompió sus sueños, sus esperas, y un poco de su corazón, con un poco más de palabras dicha por ambos, de la boca de él salió un “Hasta aquí dejamos todo” creyó que ella había entendido el mensaje y se marchó, tal vez no fuese así y tal vez ella no había escuchado que eso había llegado a su fin, pero eso lo supo él, días después.

La otra joven no le parecía atractiva, ni para algo serio ¿Qué hacía que siguiera viéndose con ella? Lo sabía, lo prohibido le resultaba tentador. Lo mejor de todo es que contaba con la ayuda de sus amigos para encubrirlo, pero quizá esa mentira cayera por su propio peso, y era lo que él no podría saber. Fue un lunes, ella le gritó unas cuantas cosas, lo bofeteo y él se dio cuenta que quizá ya la había perdido para siempre. No comprendía porque no lo había notado, porque se le había escapado todo de las manos, ella se había ido y con ella, mucha de sus ilusiones.

Él fue la víctima y ella se alejó cuál pez contra corriente en una red de mentiras, recuerda la última vez que salieron, ella le pidió que no le hablara, que no la buscara, y tras despedirse ese diciembre, sabía que todo se había ido al carajo, y se quedó ahí, sentado, viéndola partir.

Le escribió mensajes que nunca se enviaron ¿Por qué? Es obvio, el orgullo. También porque cada que intentaba hacer algo más, recordaba las palabras que ella misma había soltado con desprecio ante él “No me hables, no me busques” y así fue como perdió una estrella.

Suspira en aquél sofá, al recordar esto, un suspiro lleno de recuerdos, un suspiro cargado de dolor. Siguen llegando más imágenes a su mente, se sienta y pone las manos en su cabeza, como si le atormentase algo y se pone a llorar, porque recuerda que en semana santa de un año atrás, habían pasado unas vacaciones espectaculares, piensa lo feliz que fueron y llora, se le quiebra la voz al recordar su ausencia, se siente derrotado por haber caído tan bajo, por extrañarle, por no sentirla de nuevo entre sus brazos, los ojos rojos le impiden que continúe con esta historia, pero sin más, puedo decir que también a mi me duele.  

No es un caballero como los de antes, pero cada viernes le obsequiaba sus flores preferidas a ella, y un día, cuando habían pasado algunos meses después de la ruptura, le compró unas flores que regaló bajo el título de otro joven, fueron a comprar las flores como anteriormente lo hacía y le hizo prometer al chico que no le diría que iban de parte de él. Cuenta el joven que entregó las flores que la vio llorar y sonreír, le confeso que con esas flores ella había recordado viernes con alguien, y así vi caer a este caballero que no quería recordar esta historia, reconoce que no, no la puede sacar de sus pensamientos, pero no se atreve a preguntar por ella con nadie más. Ahora sabía detectar los días que iba a verla, cuando se acercaba por la zona donde ella vivía, tenía mucho miedo de verla con alguien más, por eso, por eso no quería encontrarle.

Y aquí es donde quedan los tres puntos suspensivos al aire, esperando que esos últimos besos dados, realmente no sean los últimos, suspira, voltea y tras preguntarle ¿Crees que sean los últimos? Contesta con una severa preocupación en su cara "Espero que no".

viernes, 3 de agosto de 2012

Era, ella


Prometía mucho, era joven y capaz, quizá no era la más bonita pero todos sabían que era la más inteligente, y tenía cierto carisma al cuál nadie se le podía resistir.

Los chicos para ella eran historias, no había nada que le importara más en esta vida que sus objetivos, que el cimiento de sus sueños. Pero quizá algún día se toparía con alguien que la engatusara, quizá ese día ya estaba llegando, quizá ese día fuera el día.

Ella sabía de todo, menos lo concerniente al amor.  Había soñado desde pequeña en dirigirse hacía la gran ciudad, y conocer y visitar todos los lugares permitidos, y estudiar y ser reconocida mundialmente por lo que hacía, pero no contaba con que cierto día, una solicitud en Facebook lo cambiaría todo.

Tenía cierta capacidad para hacer amigos, pero prefería que todos esos amigos se hicieran en la vida real, le daban un poco de miedo las relaciones en redes sociales, más de lo que ella quería, pero su celular con un toque impreciso había aceptado a cierto joven guapo en su lista de amigos.

Como navegaba vía móvil, se prometió que en cuanto estuviera frente a un ordenador, lo eliminaría de su lista de contactos, pero con tantos trabajos y entregas finales, lo olvidó, y cierto día, en su chat de Facebook apareció.

Le pasó el link de una canción, que ella recordaba, pertenecía al comercial de las toallas sanitarias, era muy curiosa la relación que ella había hecho con la canción al preguntarle si sabía cuál era. Y después de eso entablaron más conversaciones, hasta que un café los haría parte de una pequeña aventura.

El primer encuentro pudo ser caótico, pero fue tan romántico que él fuera tan tímido, que ella se sintió en confianza y sin más se sentó a compartir muchas cosas con él, tras unas papas fritas y una taza de café. Ambos tuvieron que partir temprano, y esa misma noche recibió una hermosa descripción de lo que habían pasado y sentido, por un mensaje en Facebook, le sorprendió la prosa que este joven manejaba, era muy pulcra, y también un pequeño poema que bien podía decirse, era un soneto, para ella.

No se había planteado nada, hasta recibir ese mensaje. Se había sentido tan cómoda, que hasta le incomodaba recordarlo, estaba ansiosa por verlo de nuevo, pero no sabía a qué se debía, imagino que tú ya lo sospechas, lo estás leyendo todo y estás haciendo relaciones con cosas que no deben hacerse, pero bueno, eres el lector de esta historia y tienes todo el derecho para sacar conclusiones. Sí, ella se había enamorado, o algo así. Digamos que para ella, esa palabra no existía en su diccionario –y déjenme decirles que el diccionario que manejaba, era amplio- pero sí, algo había en ese chico que la había desarmado completamente, después de perderse en sus hermosas letras.

El joven era apuesto, alto, divertido, y para el mal de todos los males: Músico. Se imagino estando a su lado, cantando canciones que jamás los humanos han oído y enredándose en historias de los pasados de ambos, pero no, no iba a ser así, y quizá ella debía saberlo ¿Por qué nadie se lo advirtió? Bastaron dos salidas más, para que ella se diera cuenta que aquél joven podría ser su todo, y dos semanas para que se diera cuenta que en realidad el sería la nada, de la nada.

La última vez que se vieron, ella se sintió desarmada ante él, eufórica por su presencia, dichosa por su compañía, amada por esos ojos que describían en círculos que nadie era más importante para él, que ella. Pero quizá no fuese cierto, y quizá este joven solo deseaba robarle muchos suspiros para toda la vida, porque así era su costumbre. La besó, la besó y tras ese beso, ella comprendió que quizá una nueva palabra nacía desde el fondo de su corazón, una palabra que explicaba todo aquello que llevaba sintiendo desde hace unos días: Amor, se había enamorado.

Pero quizá su alegría se esfumara, ante su prolongada ausencia, los mensajes fríos, las largas esperas, los adioses claros y las marcadas menciones de “Gracias por tu amistad” y claro, un golpe bajo al corazón de ella, tal vez hubiese sido mejor un golpe, o tal vez hubiese ido todo más lento, pero nada, no nos metamos aún con el tiempo.

Estas son historias de cuando alguien llega en poco tiempo a tu corazón, con hermosas letras y una bella canción. Porque no se necesita más tiempo del que se debe, cuando se quiere amar. Porque no hay nada que juzgue bajo este cielo, el tiempo de conquista, y el tiempo para dejarse conquistar, porque no se debe ni siquiera poner fechas o límites para dejarse amar, porque aquí solo cabe una cosa por explicar, es el amor y éste llega, cuando debe de llegar.

Muchos la juzgan porque no fue mucho el tiempo en el que aprendió a quererle, por eso no comprenden mucho, cuando ella les da la espalda, para llorarle a la luna por ese adiós, aún guarda sus sueños, pero en el fondo anhela que algún día, él esté ahí.

Prometía mucho, era joven y capaz, quizá no era la más bonita pero todos sabían que era la más inteligente, y tenía cierto carisma al cuál nadie se le podía resistir, ni él, aunque haya dicho adiós.

jueves, 26 de julio de 2012

Ellos también morían de amor

Quizá se querían más de lo debido, pero estaban.

Se habían conocido tras muchos sombreros volando, y se habían encontrado justo cuando interceptaban una mariposa en pleno vuelo, sus ojos se chocaron y entendieron que habían nacido para estar el uno con el otro, no había más.

Jugaron un poco de mil formas, se sentaron en la hierba de aquél lugar para contemplar la luna y todas las amigas estrellas que contaban historias a través de sus constelaciones, estaban felices de estar ahí.

Pasaron los años y seguían frecuentándose, no como ahora con tanta tecnología, sino con la paciencia de alguien que ama, porque esperaban meses para la llegada de una tanda de cartas, en ella se escribían cuánto se extrañaban y necesitaban y tras tres años de espera decidieron que era hora de casarse.

Ella ahora tenía 20 años, era una completa locura. Quería ser periodista y no podía dejar todo a la ligera, por lo que decidió esperar dos años más para unir su vida con ese ser tan amado para ella, sin comprender que tal vez el tiempo no alcanzara para dichos planes.

Una tarde ella decidió ir a visitarle, recorrió miles de kilómetros para estar a su lado y encontrarlo en un lecho de muerte, el quería casarse con ella porque le quedaba muy poco tiempo de vida. Nadie sabía que enfermedad enfrentaba, ni bajo qué efectos tenía que estar para poder sufrir menos, pero ella contaría a todos sobre esa extraña enfermedad, la enfermedad de su amado.

No le importó sufrir un contagio, quería contagiarlo a él con la alegría y la esperanza que ella irradiaba, quería verlo morir feliz y tras pensarlo dos horas, decidió traer al juez de la ciudad para que los casara, si el moría quería despedirlo bien, con el mayor de sus anhelos, la consumación de su amor.

Para tragedia más grande, solo pudo firmar y sellar el acta de matrimonio y murió, pero ella se tornó fuerte, sabía que tenía que hacer algo por todos.

Todos le contaban sus versiones, de cómo empezaron las fiebres tras la espera de esas cartas, de cómo anhelaba ver llegar a su viejo cartero con un paquete de ellas, de cómo contaba acerca de ella, de su sonrisa, de su mirada y de sus besos, de cómo anhelaba tener tres lindas criaturas corriendo por su jardín, llamándole papá y atreverse a estar ahí, con ella.

Gracias a su investigación se descubrió algo que nadie sospechaba: Ellos también morían de amor.

miércoles, 25 de julio de 2012

Qué.

Era una hermosa tarde de abril, el sol estaba por esconderse entre las montañas y los árboles, y ellos estaban ahí, uno tan cerca del otro.

Nadie podría sospechar que bajo tantas sonrisas se escondía una historia de amor que contenía todo, todo. Nadie lo sospechaba porque nadie se había fijado que las miradas que se dedicaban llevaban un cielo tenue y escondido entre ellas. Porque no sospechaban que lo único que deseaban eran estar: Él y ella.

Se les veía desde muy lejos juntos, bajo el pretexto de escuchar ciertas cosas con unos audífonos cortos, creo que ese fue el mejor regalo que les dio la vida, en ese día: Unirlos. No importaba que fuera bajo ese pretexto, porque se les veía felices, ambos en el pavimento, fuera de ese lugar, empezando a ver cierta película, y haciéndose bromas.

Era ridículo pensar que ellos pudieran estar juntos, pero estaban. Pronto el sol se escondió y trajo ante si un bello paisaje con una hermosa luna incluida. Una luna que menguaba, pero que aún podía percibirse como llena, y de repente tras unos motivos no descritos, ni sabidos, se desaparecieron, para reunirse más tarde, con maleta en mano y regresar.

No podían irse hasta adelante en el asiento de aquél camión, pero la promesa de estar juntos se erguía como flecha de metal y encontraron un lugar hasta el final, había un espacio reducido en el cuál ambos se sentiría quizá un poco incómodos. Pero la incomodidad no importaba, porque estaban ahí. Pero no nos mintamos, sí importaba. Eso los separaba de los breves lapsos de romance en los cuáles se encontraban. Seguían unidos por ese auricular, que en otro caso hubiera resultado realmente molestoso, pero para ellos quizá fuese el mejor de los pretextos para continuar tan cerca el uno del otro.

Sus manos elocuentemente, se unieron bajo un sello perpetuo en ese camino a casa, el aire fresco penetraba entre ambos, y provocaba cierta unión que nadie comprendía. Y allí bajo el baño de la luna, se unieron en un...
- Jajajajajaaj
- Lo siento

En un choque de lentes. Sí, yo sé que ustedes comprenderán que no fue ni lo más lindo, ni lo más romántico del mundo, pero se solucionaba con que alguno de los dos, se quitara los lentes para retomar el hilo de tan romántica noche, y como no vio más qué hacer, ella accedió a quitarse los suyos y seguir con la escena hasta donde se había quedado.
- Fue tan...
- Ya sé

Sus manos continuaban unidas, y no habían podido proseguir por ciertas normas de etiqueta que tal vez a ambos los regresara a la realidad, pero había sido divertido y nadie lo negaba. Después de que todo lo usual y romántico volviera, por fin sus labios repasaron con mucha paciencia los labios del otro, para conocer un poco más de todo lo que habían ignorado. No pudieron evitar las risas y los abrazos, y mucho menos los "te quiero", pero sabían que aquello no tenía un camino que seguir...

Y es que así somos los humanos, pese a todo queremos tomar riesgos que no nos corresponden, y de los cuales sabremos, saldremos dañados, pero la ilusión y la ceguera que produce el amor, nos dejan así: Sin defensas ante esta vida.

Ambos caminan, ahora, separados. Pero siempre sabrán que hubo algo que los unió, aunque no se atrevieran a descifrar qué.

martes, 24 de julio de 2012

Tu ausencia, mi desdicha


Puedo acostumbrarme a todo, menos a su ausencia.

¿Cómo la conocí? Quizá sea un poco extraño, quizá piensen que tal vez soy un loco, pero puedo asegurarles que quizá ese día era para nosotros, completamente para nosotros.

Estaba sentada en la acera, se veía hermosa; de haberla visto antes no hubiera podido jamás hablarle, tengo una timidez natural –o más bien, sobre natural- que me limita a tener cierto contacto con los demás humanos, prácticamente hacer nuevas amistades no es lo mío; platicaba con una amiga mía sobre cosas que tal vez no hubiesen llamado mi atención si tan solo no me hubiese sacado de mí mismo, al pronunciar ciertas palabras con sutileza:

- ¿Me acompañas al metro?

Me lo hubiese esperado TODO, pero menos que ella quisiera platicar conmigo, y era obvio y lógico que yo no me negaría, accedí con esa timidez que me aborda completamente, no podía decirle que no, no a ella, incluso aunque me aterraran las mujeres. Para llegar a la terminal del metro, teníamos que tomar un horrible camión, y ese día por algo que no me explico aún quedaban lugares.

-            Me llamo Andrea

¡Qué bonito nombre! No es por nada, pero es un nombre que me fascina, para ese momento en que ella me dijo su nombre, ya estábamos sentados al final del feo camión, ella mirando por la ventana y yo a su lado, intacto y taciturno. Pero era un nombre precioso, no pude evitar verla y sonreír, y no sé qué pasó exactamente, pero tuve la confianza de abrirme tal y cómo era, era como si de ella irradiara una confianza tal que hacía que te sintieras cómodo ante su presencia, hablamos de música, libros, y sacó algo que casi nadie saca de mí, el lado friki; me sorprendí al saber que a ella también le llamaba la atención.

Quizá la magia se terminara al bajar de ese camión, pero llevarla al vagón del metro era sensacional, y sin pensarlo antes de que su silueta desapareciera completamente, le grité:

-          -  Andrea ¿Me puedes dar tu número de teléfono?

Después de eso, la gente del vagón me quedó viendo y sé que me puse rojo, como tomate, ella se acercó y me pidió mi celular, anotó su número y me dijo que se había registrado como “mugami” ¿Por qué, si tenia un nombre hermoso?

Algo fue creciendo entre ambos de una manera un poco extraña, fui a una reunión con sus amigos y pese a sentirme extraño y fuera de lugar, ella trató de que me sintiera lo más cómodo posible, la empezaba a querer de una manera peculiar. Con el tiempo los mensajes y las llamadas crecieron, y no solo eso, también nuestro amor.
Yo no entendía porque si habiendo chicos mejores tanto física como económicamente, ella me había elegido a mí, mi seguridad aumentó a mares, no puedo explicar todo eso, pero se sentó a escucharme atentamente cómo trabaja con las computadoras, a punto de casi dejarlas como nuevas. Pero quizá eso no fue lo mejor del día, que me comprendiera y escuchara, había sido importante, pero se despidió con un beso en la mejilla que me dejó frío. Pensando en ella todo el tiempo.

Los amigos intercedieron  un poco, alguien le dio mi correo electrónico –claro, con mi debida aprobación- y conversamos un poco, quería que le arreglara su computadora al día siguiente, era el pretexto perfecto, para mi el verla era una necesidad, no sabía desde cuándo había sido así, y no lo comprendería bien hasta ese día.

-            - Pasa, Jun

Había alguien más, eso me puso muy nervioso, pasaron las horas y esa persona se despidió, comprendía que yo también debía irme, incluso aunque no quería. Había sido una tarde sorprendente, habíamos ignorado al tercero en discordia, yo componía la computadora y veía como ella ejecutaba una pieza en el violín, incluso con el paso del tiempo aún puedo verla ahí, moviendo las cuerdas con el arco de su violín, se veía hermosa. Sin más, aquella persona se fue y de repente sentí sus brazos en mi cuello, y la oí susurrándome que no la dejara.

La abracé, nos acostamos en su alfombra, en el sillón, en la ventana, pero tenía que irme, las horas en esa ciudad no pasaban en vano y antes de las 2pm, le di el último abrazo del día. Ahora sí, sabía que debía verla nuevamente, y tras unos mensajes de texto, acordamos vernos para comer, iría a mi casa y así podríamos hablar.

12 de Febrero, llegó con una blusa verde y unos jeans, con ese cabello rojo que tanto me gustaba, sus ojos delineados y su sonrisa a media boca, con esa bolsa de mano y sin más, la tomé de la mano y la lleve hacía mi casa, y tras un juego extraño de mordidas, sucedió: Nos miramos fijamente, nos deseamos y los labios contrarios empezaron en un roce único, jamás he besado y me han besado como lo hice con ella ese día.

Todo estaba dicho, era mi pareja, en el transcurso a mi casa no pudimos evitar abrazarnos y besarnos en cada esquina, le presenté a mi madre, salimos a caminar, pero pasaba algo más, no quería estar lejos de ella, no podía y al llegar a su casa, me quedé con ella abrazados, mientras dormíamos plácidamente y hacíamos de nuestros sueños planes para un futuro juntos, eternamente.

La relación crecía, constantemente, me sentía pleno. Teníamos que escuchar nuestras voces para sentirnos cerca, procurábamos vernos seguido. Sin más, la presenté con mis amigos, no era común en mí, y no deseaba su aprobación, pero ellos y ella eran importante en mi vida.

Pero el tiempo exige algunas cosas que nosotros los humanos, no podemos ofrecerle. 6 meses pasaron y ella quería llevar la relación al siguiente nivel, la adoraba, la quería, la amaba, pero el hecho de sentirme sujetado a alguien, no sé, me atemorizaba, quizá si hubiese tomado el riesgo, todo sería diferente. Entre sueños y abrazos habíamos pensado casarnos cuando cumpliera 18, trabajar para la renta, estudiar y al estabilizarnos pensar en una familia juntos. Todos los temores crecían en mí, solo tenía 17 años.

Había cosas que no había tomado en cuenta: Mi familia. Mis padres se opusieron a ciertas cosas, había dejado de ir a la iglesia, tenía problemas en la escuela, con mis amigos y también con ella, con mi Andrea.

Sin explicarlo, terminé en el psiquiatra, él me recomendó terminar con mi relación. Yo no quería, no deseaba hacerlo, pero al final yo mismo le pondría fin de la peor manera. Son cosas que a veces uno no logra perdonarse, lo encuentras todo y sin más lo dejas ir ¿Qué más esperamos de la vida, si hacemos eso seguido? Tuvimos una discusión bastante fuerte, donde todos mis problemas recayeron en ella, la había alejado para siempre de mí.

Cambió de número, de domicilio, había desaparecido para el mundo. No podía creerlo, no me podía estar pasando esto a mí, yo la amaba. Pero quizá nuestro próximo encuentro estaba escrito para desbaratarme eternamente.

Fue en una convención de Anime, estaba sentada en el piso, cuando la vi se encendió en mi una pasión indescriptible, me acerqué a ella, pero nada era igual. Ya no me veía con los mismos ojos, había dejado de existir en su mundo, y me dolía. No podía hacer nada más con eso, ya no tenía solución; ahora solo debía asegurarme de que ella estuviera bien. Me explicó que no podía volver a hablarme, seguía sintiendo lo mismo por mí, pero había hecho una promesa con alguien más, comprendí que era el fin, el fin irremediable.

No hay nada que llené el vacío que ella dejó, me fue muy difícil seguir con mi vida, pero decidí que aún no estando juntos, la ayudaría. De una forma que no puedo explicar, me encargué de sus necesidades, trataba de alegrarle el día mandándole flores, dinero, trataba de proporcionarle mi ayuda. Le mandaba cartas que tal vez nunca leyó, mensajes, mi amor a pedacitos. Pedí a mis amigas que cuidaran de ella, porque yo no podía hacerlo y me sentí impotente ante eso.

De esto, ha pasado un año. No hay “hubieras” que encajen en mi historia, existe el presente, existe lo que podemos hacer y no hacer. Yo solo quiero verla sonreír y saber que está bien.

Pero comprendo algo, tras un último beso: el amor que sentíamos el uno por el otro no se fue, ni se irá, porque se quedara ahí, por siempre, tal vez encontremos a alguien más, pero aquél primer amor se quedará en mi memoria, siempre.

Extraño todo de ella, su voz, su cuerpo junto al mío, sus besos con sabor a todo, su olor, sus ojos, esa mirada perdida, su alegría espontánea. No hay un solo momento en que yo, no extrañe esa risa, sus lágrimas, sus ideas, incluso sus berrinches y enojos. Pero no termino de extrañarla a ella misma, a como es, era y será por dentro. No espero volver a tomar su mano, pero sí, si espero algo: Estar en el momento que otra mano y otros besos, la llenen de felicidad...

lunes, 23 de julio de 2012

Un último beso

Era de noche, y había una reunión grande de amigos, él estaba ahí y la observó, sabía que pese a ser su novia desde hacía 6 meses atrás la quería y deseaba uno de sus besos.

¿Por qué no la había besado? Era simple, creía que el momento llegaría como en los clásicos cuentos, porque le encantaba seguir creyendo en el amor a cómo solo él podía hacerlo, y ella por su parte se preocupaba en hacerlo reír y decirle "te quiero" con tantas cosas que solo a ella se le ocurrían.

Era tan romántico que incluso seguía escribiendo y mandando cartas, cartas para ella. Confiaba en que a ella le encantaban y en eso no se equivocaba, pero pues ya no soportaba más, quería saber a qué sabían sus torpes labios. Era él, el primer novio de ella, por eso no quería robarle la inocencia, tras un beso de amor, él aseguraba que así sería todo: perfecto.

Y quizá ese día llegaba con esa noche estrellada, la luna brillaba, los grillos cantaban y él tenía que acompañarla hasta el lugar donde se hospedaba.
- Te amo
- Es bonito escucharlo de tus labios
- Existen otras maneras de decirlo

Confiaba en que después de esto, pasaría. Pero su metro y noventa no permitían que el metro y cincuenta de ella, arrebataran un beso de sus labios. Hubiera sido el hombre más feliz del mundo si ella se hubiese subido a una montaña y le hubiese obsequiado ese beso, el beso de todos sus sueños, la amaba y la deseaba para toda su vida.
- ¿Otras? Quiero saberlas

Y tras ese desafío posó tiernamente sus labios en los labios de ellas, en un beso de flor, un beso de noche. Un beso que nunca olvidarían ambos. ¿Qué pasaba? ¿Acaso no levantaría ella su pierna en señal de que le había gustado?

- Es bueno saber que existen estas formas, pero quizá quiera saber más

Listo, ese desafío lo había esperado, era su pequeña. Pequeña en edad y en estatura, pero amaba todo de ella, incluso el hecho de que se vistiera así a cómo lo hacía y que no usara más que sandalias de colores y mucho colorete en las mejillas, y esos lazos en el cabello que le encantaban tanto. Era perfecta y sin poder decirle más, la invito a mover sus labios como el movía los suyos y le dijo que no tuviera miedo, que quizá la luna esa noche era redonda, porque quería observar absorta ese sello de amor sincero. La besó suavemente y con miedo, con el miedo que rodea al ser amado, por no querer hacerle daño a esa persona. Sabía que ese beso era el primero y el último, porque aunque se engañaran ambos, el ya no volvería más. O eso pensaba.

- Quizá había esperado esta forma en que me dices "Te amo" desde antes, ahora ya no disfrutaré de estos misterios.
- No me importa, porque sé que yo fui el primero

Siempre había tenido miedo a amar, era la primera novia que le presentaba a sus papás, tenía 19 años y sus papás al enterarse que ella apenas cumpliría 15, le habían llamado "loco", pero no le importaba más.

- ¿Volverás?
- Quizá sea pronto
- ¿Qué tan pronto?
- En Enero

Al siguiente día, le dejó una nota "Mira la luna, es nuestra en este Agosto. Es nuestra" porque pese a todo la recordaría. Porque no podría pasar sin ver la luna llena y acordarse de que sus labios recorrieron los de ella.

Su agonía duró 5 meses, fueron los más difíciles de su vida, pero anhelaba verla. La encontró diferente, se había quitado los lazos de su hermoso cabello y había colocado diademas de calaveras. Se había cortado el cabello, se había puesto zapatillas, había crecido muchos años en su ausencia, aunque solo hubieran pasado meses. Ella no aprendió a esperar porque crecía de prisa, porque quería saber qué se sentía besar otros labios y lo había hecho en su ausencia.

Él, quedó roto, roto en alma y en corazón, pero pese a todo quiso despedirse de ella con un beso. Un eterno y largo beso que hizo que ella se arrepintiera de todo, pero ya no podía hacer nada. Él había decidido decir "adiós".

Y tras ese beso le susurró al oído "Aprende a esperar mi niña, aprende. Que la luna seguirá vigilándote y yo queriéndote".

Él la sigue amando incluso hasta el sol de hoy, después de 4 años. También ha crecido y se ha topado con otros labios, pero sus labios anhelan ese beso, ese último beso con ella.

Un día de algún mes

No importa mucho saber como le conoció, porque sinceramente no le impresionó.

La había invitado a compartir una tarde juntos, y esa era la tercera vez que salían. Se habían conocido de una forma muy peculiar, y la primera vez que salieron como tal, tras algunos breves encuentros e intervenciones, no habían dejado de comunicarse por tantos medios de comunicación pudiesen.

Esa tarde lo había hecho esperar casi una hora, y el mundo parecía conspirar en su contra -su celular se había quedado sin servicio y no había podido expresarle que llegaría un poco tarde- pero él estaba ahí, cuando ella llegó, comía un helado de vainilla y se le veía divertido y un poco desesperado por la espera, traía una playera color morada, y se veía muy bien. El rostro de ambos se iluminó al observar al otro en ese lugar y caminaron juntos hacía el caos de la ciudad, para buscar algunas cosas que eran necesarias para él.

Siempre había un bonito pretexto para que ellos se encontraran, y ahora el hecho de acompañarle a elegir una computadora portátil, era lo que hacía que ese encuentro tomara forma, y tras algunos viajes y encuentros con el viento y algunos transportes públicos, encontraron aquél que los guiaría al comienzo real de esa aventura.

Parecía que no importaba mucho el motivo de estar ahí, miraron sin mirar y luego con esos ojos que tanto la desvanecían le preguntó si podrían comprar esos chocolates que tanto le gustaban a ella, pero no más que esos ojos, eso se los puedo asegurar.

Uno como observador de esa escena hubiera dicho que ambos estaban completamente enamorados, pero no era así, solo eran buenos amigos que sufrían por sus historias de amor y que sentían una fuerte atracción entre si, quizá eso era verdad. Había cierta química entre ambos que los sorprendía cada día más, él no imaginaba que esa chica le estuviera empezando a gustar y ella no comprendía porque sus mensajes le hacían tan feliz su día. Y no era cosa de comprender, si no de vivir.

Ella estaba de sorpresa en sorpresa, no había comprendido que quizá él fuera más tímido de lo que creía. Pero le encantaba estar con él, pese a algunas interrupciones que tenían.

- Hola, Mónica
- ¡Wow! Qué gusto verte después de tanto tiempo, Federico.

Esa mañana también había encontrado a alguien más, un viejo amigo que fue un poco impertinente, le sorprendía que hubiese cambiado sus bonitos ojos por unos pupilentes verdes, y le sorprendía aún más que el aspecto que desprendía parecía estar enfocado a...

- ¿Es tu novio? ¿Son novios?
- Ah - sonríe nerviosa- no, no, Federico ¿Cómo estás?
- Pensé que sí, como están juntos y...
- Para, ya - lo abraza- qué gusto encontrarte

Se quedó platicando con él un rato y vio preocupada desaparecer la silueta de aquél joven que la acompañaba

- Estás enamorada
- ¿Qué?
- Mírate, si quieres me puedo ir ya, porque se ve en tus ojos que deseas estar con él

Y tal vez era cierto, pero era necesario que alguien más se lo recordase, quizá ella ya había olvidado qué era sentir todo eso, después de encerrar su corazón con llave en alguna caja llena de polvo y poner encima de ella, otras cosas que parecían importantes. Ella no sabía nada más.

Platicó con Federico un rato más y tras enterarse de cosas que ocurrían en su vida, se despidió para dejarla ahí, pensando en todo y en nada. Pensando y viendo como la silueta de aquél joven que empezaba a querer, aparecía ahí, en su vida.

Siguieron así, juntos un rato más y pasearon mil veces más por toda la plaza, encontrándose y perdiéndose en sus pensamientos, compartiendo unas papas juntos, contándose historias que nadie más sabía, intimidándose con las miradas del otro, y sonriendo por sentirse plenos de estar ahí.

Tenían compromisos que debían cumplir, por lo que esa tarde llegaría a su fin. Ella trato de elegir una ruta que alargaría más el momento de despedida, porque no quería dejarle ir, porque se sentía cómoda a su lado, y mientras esperaban en la parada a por el transporte, él le susurró que la había pasado bien al estar con ella y en su rostro no pudo más que encenderse una sonrisa que le duraría quizá toda la semana, una sonrisa que llevaría escrita el nombre de él.

Ambos tomarían la ruta a sus respectivas casas en el centro, por lo que él decidió acompañarla hacía donde ella tomaría la ruta del adiós, pero ella no quería despedirse, no quería que se fuera de su lado, no comprendía cómo podía continuar sin él ese camino. Así que decidió dejar ir algo del tiempo y lo abrazo y él besó su frente, él hizo un comentario de lo fuerte que estaba el sol y cruzaron al frente de esa calle, a un local que estaba cerrado por ser domingo.

Ella para sentirse a la altura de él, se subió al escalón de ese lugar y se fundieron en un abrazo que sabía a temor, a gustos, a verano y a cariño. Pero no imaginaba que tras eso, encontrarían sus labios en un toque suave que los llevaría a fundirse en otros besos y en otras historias.

Ninguno de los dos podía explicar cómo pasó el primer roce, el roce suave de sus labios que deseaban unirse, tal vez fue un complot de ambos labios que anhelaban encontrarse desde hacía tiempo atrás, pero que no habían tenido la oportunidad, o quizá fue porque ambos querían ver nacer entre sus labios nuevas historias.

Ella inmediatamente enrojeció, a él le sorprendió verla así, anhelaba encontrarse con sus ojos cafés para perderse en esa mirada. Y tras eso, sus labios bailaron en constante danza de amor, cariño, fundidos en secretos y despedidas.

- Es de mala educación besar con los ojos abiertos
- Es que quería asegurarme que la ruta que lleva a mi casa, se hubiera ido por décima vez

Lo cierto era que quería que se fueran todas las rutas y dejaran de existir para que se quedara con él, para que siguieran bailando sus labios y contándose historias que jamás podrían contarse con palabras. Pero tenía que cerrar los ojos para disfrutar una vez más, del sabor de ese joven que desprendía tantas cosas inexplicables.

- Ya tienes que irte
- Y no quiero irme

Se despidieron con un beso más y ahora sí, tuvo que alejarse de él, estaba roja, él la observaba y tras muchos silencios y despedidas, se alejó de él. Ojalá pudiera verle de nuevo, ojalá se escribiera por completo esa historia que empezaba a nacer. Ojalá no hubiera sido el fin del inicio ese día, o qué sé yo. 

domingo, 22 de julio de 2012

Un día de Junio

Fue un hermoso día de junio, soleado. Dos enamorados compartían su vida en un pequeño jardín de la ciudad, olvidándose del mundo y uniendo los suyos únicamente ese día. 

Platicaban a menudo y reían, sus manos se encontraban y sonreían felices de poder estar así, unidos. No había nadie que les nublara la felicidad porque brincaban y compartían algo que era suyo: Su amor. 

Esa mañana ella había despertado con un mensaje suyo, que decía: "¿Quieres salir hoy a dar un recorrido por el universo?" y cómo negarse ante esa propuesta. Rápido le respondió: "Si es contigo, claro está que sí". Pasó por ella a las 11:22am. Se había pasado once minutos para que llegara en un momento especial, pero había llegado y ella no había podido negar todas las sonrisas que nacieron al verle, nacieron porque así estaba escrito para ese día, aunque también nacerían despedidas y últimos besos. 

¿Cuándo habían recorrido un mundo juntos, a través de sus labios por primera vez? ¡Ah! A ella le encantaba recordarlo, había sido un momento único y especial, el nerviosismo había llegado, y aunque el momento se vio roto por un choque de lentes y unas risas, continúo para sellarlo todo con un beso. De eso ya habían pasado dos meses y aunque ante todos, aquello era algo imposible, para ellos se había logrado sin más, sin nada más que un amor que crecía. 

Pero hay cosas que no entendemos porque no conocemos nada de esto, porque no podemos figurar en la vida de las dos personas, porque no podemos comprender nada de lo que piensan, porque no podremos jamás entenderlas. Ese es el problema. 

Se habían atrevido a recorrer el universo juntos y por última vez, sin saberlo. Pero estaban felices. 

¿Han hecho cosas que habían prometido no hacer nunca? Sí, ella sí. Ese día camino como odia ver caminar a los enamorados, porque confiaba en él y en sus manos. Porque anhelaba perderse entre sus besos y quería contarle todo aquello que sus labios con torpes palabras jamás podrían contarse. Porque anhelaba verse en el reflejo de sus ojos, aunque fuese por última vez, la forma en que sus ojos se toparan así, sin marca de indiferencia, con amor. 

Quiero creer que ese día ambos se sentían así, pero no se los puedo asegurar porque aunque así fuese, solo conozco una parte de la historia, la parte donde ella me contó todo para que se quedara en el recuerdo eterno de la felicidad. Así que proseguiré sin más a plasmar un poco de todo lo que esta chica enamorada sintió. Prácticamente la historia de ese día desde sus ojos, desde los latidos constantes de su corazón, desde el sitio donde uno espera tener y encontrar la seguridad. 

Allí ante todo, anhelaba estar a su lado, el tiempo que fuese, porque ver las ardillas trepar por los árboles era muy divertido si el estaba a su lado, abrazándole. Porque quizá él no entendiese toda la pasión que traían sus palabras ese día, o toda la felicidad que reflejaban sus ojos. Pero sabía que entendía que tenía que estar seguro de estar con ella en ese preciso momento, porque le estaba dando todo lo que podía darle para que ambos fuesen felices y llevaran ese día hasta el fin de sus días. 

Los caminos se hacían largos y bromeaban con muchas cosas, se reían cada que podían, se decían torpemente con palabras que deseaban estar así mucho tiempo, aunque el viento recogiera esas palabras y se las llevase a otro universo donde se cumplieran, porque su historia estaba dando vueltas hacía un lado desconocido, porque pese a que todos sus suspiros le pertenecían a él, pronto también le pertenecerían sus lágrimas. 


¿Han visto la textura de los árboles? Ella visitó ese árbol después y quiso tomarle foto, pero ese día fue lluvioso y jamás ha podido regresar. No quiere ser asaltada por los recuerdos de ese día, porque estaban junto al puente de aquél río que no lleva más que desperdicios, porque contemplaban la textura de las cosas, y las reacciones de las personas. Porque querían empujar al otro hacía ese río, para rescatarle a besos, porque querían juntarse en un eclipse que solos sus llaveros podían hacer y al mismo tiempo contribuían a la construcción de sueños con besos tiernos que llevaban escritas una porción grande de amor. 

Se habían sentado por última vez en unas bancas aisladas de todo, se habían sentado y él se había acostado en ellas para tener una perspectiva del cielo, y quizá también de ella. La había besado y le había dicho tres mágicas palabras que para ella significaban el todo para conquistar a una dama: "Te quiero mucho" había sonado con eco en su corazón y habían hecho que sonriera como solo podía hacerlo ella tras esas tres lindas palabras.



Y quizá esa porción de amor era para quitarlo todo, para arrebatarse e ir en busca de nuevas historias, con nuevos amores. Pero tampoco sabían nada de eso, por lo que disfrutaban meramente de la presencia de ambos y quería seguirle regalando todo su amor a través de besos, a través de abrazos que fundían un poco de todo aquello que quería obsequiarle, porque ya había visto su vida a lado de él. O quizá tal vez se vio a sí misma en Paris.

Era duro darle un título a aquella relación, que nacía debajo de las miradas de todos sin saberlo, que nacía en secreto y que moriría así: En secreto. ¿Qué título darle? ¿Se merecían alguno? ¿Novios? ¿Amigos? ¿Amigovios? Eran, simplemente eran, eran él y ella, pero ya se habían ofertado tantos días felices que pese a todo ella quería creer en muchas historias de amor y preguntarle qué eran. Confiaba en muchas cosas, pero no en que el temor de él o el qué se yo, impidiera que eso creciera, y que era enserio eso de que no quería más todo eso que le ofrecía en bandeja de plata (O de oro, a como corrigió aquél día). Ya no quería más sus besos, ni sus abrazos. 

Era el secreto de ella y de él, el secreto de que a escondidas disfrutaban de su loco amor, de ese amor que se marchitaba con el tiempo, o con el amor que nacía en otros lugares. Pero ya bien dije que nadie sabe completamente lo que pasó con esa historia, solo tenemos la mitad. Solo tenemos la promesa de las ardillas, quizá él la recuerde, quizá la haya olvidado. Quizá jamás la haya tomado enserio, pero quizá sea mejor así. Y quizá sea bueno que ella nunca sepa nada de lo que ocurrió en la otra mitad, porque se queda con su historia, la que recordará tras esa unión de manos en aquél camino.


Tras algunas cuestiones de títulos, sus ojos se nublaron, los ojos de ella; se nublaron y derramaron un poco de todo lo que sentía, porque para ella se desmoronó un poquito su mundo y se llevó un cachito de su corazón, porque había empezado a desbaratarse el "Tú y yo" de ellos, porque presentía que había acabado una historia que no se había empezado a escribir. Por eso lloraba, porque era mujer y tenía un sexto sentido que al parecer no le fallaba. "Te esperaré" le dijo, pero bien sabía que no habría tiempo para esa espera, porque ocurrirían muchas cosas. 

Caminar a su lado bajo el sol de ese día de Junio, había sido un regalo eterno. El último regalo de ese amor, porque jamás lo vería con los mismos ojos. Porque ambos habían decidido caminar separados, después de caminar así, unidos y juntos.